Hoy Apple anunció su esperado iPhone 6 y su Apple Watch. El anuncio generó todo tipo de expectativas y ya los fanáticos de la marca se hicieron presentes en la tiendas Apple incluso días antes de que la empresa los pusiese a la venta. Las colas en las tiendas Apple de Nueva York y San Francisco parecen demostrar que hay un fanatismo por hacerse de estos objetos de la electrónica moderna.
En mi opinión, Apple simplemente sigue dando más pan con lo mismo. Innovó cuando salió el iPhone… Innovó cuando salió el iPad… ¿Pero ahora? Sigue dando versiones más pulidas de sus productos pero en el fondo nada parece haber cambiado gran cosa. Y sí, probablemente tengan ahora una mejor cámara, mejor lente, sea más fácil hacer videos y lo que quieran y manden, pero en el fondo lo que tenemos es un iPhone, que conserva literalmente con lo que nació. No hay pues, grandes novedades.
Pero eso no parece importar a la empresa de la manzana cuando sus líderes se despiertan y observan que en las tiendas Apple, aún sin abrir, esperan impacientes cientos de personas que están literalmente desesperadas por hacerse del nuevo teléfono, el mismo que tienen, nomás que diferente por algunos detalles. Y están dispuestos a pagar lo que sea por tener estos nuevos juguetes. He aquí una nota sobre esto en Nueva York:
Muy bien, Apple hace productos muy finos, sí, pero pensemos un poco: ¿desde cuándo perdimos la perspectiva de que estamos hablando de teléfonos y relojes? ¿desde cuándo tenemos que estar ansiosos por la siguiente versión de algo que finalmente es un teléfono (o un reloj)? ¿es que acaso no podemos vivir sin tener en nuevo iPhone (de preferencia dorado), para que los demás nos miren con envidia quizás? Porque me queda claro que Apple vende y seguirá vendiendo status. Si no me creen, váyanse a cualquier cafetería de moda (aka Starbucks) y vean a los personajes que llegan con su iPad, iPhone o Mac para que todos vean el equipo que traen, para que vean que no son unos pobres diablos que usan Windows (bueno, ni hablar de Linux), y que son personas pudientes, que pueden tomarse un capuccino de 50 pesos mientras con el dedo pasan de foto en foto en su pantalla gorilla glass de su flamante iPad.
Ahora que se han anunciado los nuevos productos de Apple ya he leído comentarios de gente que siete que es imprescindible comprarse el reloj porque por sus actividades, sería poco menos que fantástico y le ayudaría mucho. Este personaje vivió sin esta posibilidad por años, pero gracias a que los de la empresa de la manzana se dieron cuenta de sus necesidades, sacan un carísimo reloj que no será más que una moda costosa pero que eso sí, quienes tengan semejante aparato en su muñeca, se sentirán poco menos que soñados, de otro mundo. En el fondo, cualquier teléfono inteligente de la gran gama de los que hay en el mercado, pueden hacer todas y más tareas de lo que puede hacer un iPhone. La culpa no es del indio (Apple), sino de quien lo hace compadre (usuarios).
Quizás el problema es sólo mío. No sé cuándo -como consumidore-s nos pusimos a idolatrar todo lo que hace Apple. En serio, son teléfonos y son relojes… ¿A cuenta de qué tanta admiración ilimitada por eso?
Referencias: Manuel López Michelone, UNOCERO
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